MI RAZÓN DE SEGUIR

Todo parecía fútil para mí, las cosas pasaron de ser relevantes a ser totalmente indiferentes en mi diario vivir. Los recuerdos se volvieron indelebles, sobre todo en esos dónde las preocupaciones no eran participes en nada, puesto que viví una niñez incólume. Los problemas eran una fruslería para mí y los soslayaba, ya que era una persona imberbe en las cosas de la vida. El ambiente no podía ser más pesado en eso que otrora prometiera la felicidad eterna.
Desde que tengo memoria actúo de forma timorata, no se me hace fácil relacionarme con los demás y le temo a todas las cosas que hago sin Dios. A mis siete años incardiné a Dios en mi vida porque, verbigracia, es mejor estar con Él que sin Él. He crecido teniéndolo en mi corazón y aunque las cosas se tornen difíciles, siempre confiaré un su infinita misericordia y benignidad.

Sofia Espejo 1101