HISTORIAS DE ANIMALES


                                                                



El horrible pestazo que desprendía el jamelgo blanco, hizo que Aurina tapara su nariz con la manga de su saco. La reticencia de no quejarse sobre el asqueroso olor emitido por el animal empeoró su condición; sin embargo, siguió a rajatabla  todas las instrucciones que  le eran dadas por su abuelo. La  cábala  por saber  por qué olía tan mal era incluso menor que el heno que le daba al jamelgo, porqué la tozuda  joven no quería estar cerca del viejo  animal blanco. 

Apenas terminó su trabajo alimentando con escozor al animal, le sonrió espuriamente al malgastado jamelgo y cerró  el establo, para  luego hacer un intento por no vomitar su desayuno.

Rafael siempre fue un hombre muy cándido causando risa en sus habituales compañeros de trabajo. El problema en sí no fue lo inocente y manipulable que era el rubio, si no la imperturbable celotipia  que padecía la crisanta  de su mujer, la misma que lo había reducido a ser un viejo y olvidado caballo de establo. 

Autor: Yiret Valentina Bustos Velasco (802, 2018)

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